Hace muchos años, Desechable fue Diego, y pudo tener una vida:
pudo convertirse en un eminente biólogo y en un feliz esposo. Pero
esa vida posible se truncó cuando una misión científica que
encabezaba, a la busca de flora autóctona y de la sabiduría de los
indígenas fue desarticulada por los paramilitares que controlaban
la zona: conocedores de su talento, mataron a sus colaboradores y
a él lo secuestraron para obligarle a destilar cocaína para ellos.
Después de muchos meses de trabajo esclavo y torturas, Diego
decidió terminar con todo: a espaldas de sus captores destiló una
sustancia a partir de una flor que había encontrado con la idea de
envenenar a sus captores y escapar. Pero le descubren y le obligan
a beber la sustancia. En lugar de un veneno, la droga resultó ser
un potenciador de todas las facultades humanas: bajo sus efectos,
Diego se descubrió invencible. Ciego de ese poder y deseo de
venganza, arrasó campamentos y laboratorios paramilitares, a la
búsqueda del culpable último de su desgracia, del que llegó saber
solo su nombre: el “D ́otor”. Su violencia y exhibicionismo le
convirtieron en un enemigo público (“El Colibrí”), y para
encontrarle, los paramilitares no dudaron en torturar y asesinar a
viejos, mujeres y niños. Un día presenció una de estas masacres de
inocentes por su causa…y decidió renunciar a su venganza. Bajó
los brazos, escapó de la selva y se perdió en la urbe…
Hoy, Desechable es un despojo humano, un “invisible” que
sobremuere por las esquinas más sucias de Bogotá, con la única
compañía del bazuko y de Ulises, un perro que conoció de cachorro,
nada más regresar de la selva. Ulises es su amigo, su compañero,
tal vez su única razón para vivir.
Nadie mira a un invisible. Nadie le ve. Salvo la policía y el
ejército, cuando deciden limpiar las calles. En una de estas
operaciones se desata un incendio feroz que acaba con la vida de
su perro Ulises.
Entonces, Desechable decide recuperar al Colibrí. Y esta vez no
habrá marcha atrás; destila de nuevo la droga todopoderosa y con
su fuerza y la ayuda de otros desechables como él, descubre que
violencia contra los nadies tiene que ver con el lavado de activos
del narco. Descube además que todo este tinglado tiene un hombre a
su cargo, el “d ́otor” otra vez, que no es otro que el presidente
de la sagrada nación colombiana.
En este punto Desechable decide convertir su venganza personal en
una restitución colectiva: reparte miles de dosis de su droga
entre los pobres, los nadies, invisibles como él y les arenga:
¡Furia! Violencia! Libertad! la revolución no se hace esperar.