Cuando recuerdan los últimos momentos en su tierra, donde vivieron por generaciones, los indígenas Embera Katío desplazados a Medellín, escuchan las bombas caer sobre sus ranchos y cosechas, ancianos y niños espantados buscando refugio, cartas intimidantes. «Nos amenazaban armados de no sé qué grupo. Nos decían: váyanse de acá, estas no son sus tierras. Allá yo tenía mulas, marranos, pollos, plátanos, maíz”. Hace seis años llegaron a Medellín y viven en condiciones conmovedoras, en tres inquilinatos en el sector de Niquitao y el barrio Colón. “En la ciudad todo es plata, en nuestras tierras lo teníamos todo y no podemos regresar. Muchos creen que vivimos de pedir limosna, pero nosotros todos los días madrugamos a trabajar, en la construcción, vendiendo Bon Ice o “Vive100’” y nuestras mujeres venden sus tejidos en la calle. ¿Qué más podemos hacer?” No confían en el proceso de paz y tienen miedo de volver. ¿Podrán “Los Olvidados de Niquitao”, retornar a la selva y a sus ríos, ¿vivir con dignidad y recuperar su cultura ancestral? Embera sin tierra, no es Embera, dice el gobernador Alberto Sintúa.