Abdelio Cavadía, ex mecánico de motores de barcos de 42 años, a causa de una hernia en la columna se ve obligado a abandonar su oficio y abre un pequeño taller de reparación de
electrodomésticos en la isla de Tierra Bomba. Un día inventa por accidente un proyector de sueños: un aparato capaz de conectarse a una persona dormida y proyectar en vivo el contenido de lo que sueña. Desde entonces, se dedica a trabajar de forma clandestina como proyeccionista para familias adineradas de la ciudad de Cartagena. El invento del proyector lo conecta con un nuevo universo de posibilidades. Tiene dos hijas, pero está divorciado de la madre, quien ahora está casada con Daniel, su antiguo mejor amigo. La traición, aunque lejana, aún resuena como un ruido persistente en su interior. Cada noche, Abdelio transporta el aparato en un estuche de guitarra. La gente cree que es músico. En una de esas jornadas es contratado por un abogado que lo lleva a una casa donde reencuentra a Albertina, una mujer que conoció años atrás como esposa de un capitán de yate. El reencuentro despierta sentimientos dormidos y entre ellos renace una conexión profunda. Esa misma noche, Abdelio es secuestrado por el comandante de un grupo armado que desea utilizar el proyector para descubrir los sueños de su padre moribundo. En el lugar del secuestro Abdelio conoce también al Doctor Muerte, un viejo médico también clandestino al que el comandante ha traído para que le practique una eutanasia a su padre. Entre el proyeccionista y el médico nace una amistad tan fuerte como misteriosa. Este vínculo inesperado transforma la percepción de Abdelio sobre su oficio, la muerte y el sentido mismo de su invención.