Cuando tenía 17 años, empecé a filmar a mi abuela siguiendo un instinto documental para preservar su memoria que se desvanecía. Aquellas imágenes guardadas durante casi dos décadas cobran ahora un nuevo sentido en el viaje de ida y vuelta que emprendemos para contar esta historia con las mujeres de mi familia: mi madre Adela, mi tía Alcira y su prima Carmen, a la Fábrica de Tejidos y Textiles de San José de Suaita, en la zona rural de Santander, donde trabajaron más de 30 años. Hoy, la maleza y la humedad se apoderan de las ruinas de la fábrica, sus paredes destrozadas reflejan el paso del tiempo y el olvido. Abriéndonos paso entre los escombros tejemos la memoria del poder que décadas atrás ejercieron sobre ellos sus patrones de la casa presidencial. El auge y la altura de la fábrica representaban la promesa de desarrollo y esperanza en el futuro; el declive, el cierre injusto y el éxodo masivo al que se vieron obligados con las manos vacías, dieron paso a una nueva lucha, la de sus familias.